A solo 15 kilómetros de la ciudad de Saladillo, en plena llanura pampeana, se encuentra Cazón, una pequeña localidad que sorprende por su riqueza vegetal, su legado productivo y su singularidad: tiene más árboles que habitantes por miles. Un cartel de bienvenida lo anuncia sin exagerar: “Bienvenidos al pueblo del millón de árboles”.

Declarado de interés turístico en 2019, Cazón combina naturaleza, historia y comunidad en un entorno apacible donde las calles llevan nombres de provincias argentinas y la estación ferroviaria, hoy sin uso, todavía resguarda la memoria colectiva de generaciones. La postal verde que rodea al pueblo no es solo paisaje: es también motor económico y razón de pertenencia para sus vecinos.
Un vivero único en la Provincia. El corazón de esta historia es el Vivero Municipal Eduardo L. Holmberg, fundado en 1910 por iniciativa del gobierno bonaerense con el objetivo de promover la forestación y la producción frutal en el territorio. Con una superficie de más de 200 hectáreas y más de 300 especies cultivadas —entre forestales, ornamentales, frutales, aromáticas y trepadoras—, el vivero se ha consolidado como el más grande de la provincia.

El 60% de su producción se destina a municipios y entes gubernamentales, mientras que el resto abastece viveros privados y particulares. En su época de mayor desarrollo, Cazón llegó a contar con 20 viveros privados, superando incluso el número de calles del pueblo. Hoy, el trabajo silencioso de quienes allí se desempeñan mantiene viva esa tradición, con tareas de siembra, cuidado y reproducción vegetal durante todo el año.
Además del valor ambiental y económico, el predio tiene una impronta educativa y cultural: allí funcionan una escuela agropecuaria, un jardín de infantes, un parque solar, zonas de acampe y caballerizas. Este entramado institucional refuerza el rol central del vivero en la vida cotidiana del pueblo.
Resiliencia y futuro verde
Aunque en los últimos años Cazón sufrió el impacto de la sequía y un temporal que dañó viviendas y dejó a la comunidad sin luz, los vecinos lograron salir adelante. Desde la plaza principal hasta los antiguos hornos de carbón y el Club Social y Deportivo, el entramado urbano conserva huellas de una historia de esfuerzo colectivo, en la que cada árbol tiene un porqué.